Por Leonardo Boff (*) / ALAI-AMLATINA 09/01/2004, Río de Janeiro
Como se conoce, el fundamentalismo no es una doctrina sino una manera excluyente de ver la doctrina. El fundamentalista está absolutamente convencido de que su doctrina es la única verdadera y todas las demás, falsas. Por eso ellas no tienen cabida, pueden y deber ser combatidas.
Tres tipos de fundamentalismo dominan la escena mundial: el del pensamiento único representado por la globalización imperante, el suicida de los musulmanes, cuyo principal representante es Bin Laden, y el del Estado terrorista de la guerra preventiva, encarnado por Bush y por Sharon.
Como se conoce, el fundamentalismo no es una doctrina sino una manera excluyente de ver la doctrina. El fundamentalista está absolutamente convencido de que su doctrina es la única verdadera y todas las demás, falsas.
Por eso ellas no tienen cabida, pueden y deber ser combatidas.
El fundamentalismo del pensamiento único expresa el modo de producción capitalista con su mercado globalizado y la ideología política del neoliberalismo con su democracia electoral y delegativa como la única forma razonable de
organizar el mundo. Lo que Bush quiere imponer por su cuenta propia al Irak destrozado revela ese fundamentalismo.
El fundamentalismo suicida musulmán parte de la convicción de que Occidente, enemigo histórico desde los tiempos de las cruzadas, es el Gran Satán, porque es ateo práctico, materialista, imperialista y sexista. Por eso, debe ser combatido en todos los frentes y provocar el mayor número de victimas que se pueda con la bendición del Altísimo. Son tan únicos y convencidos que aceptan jovialmente ser hombres bomba.
El fundamentalismo de Estado terrorista a lo Sharon es movido por la convicción de que los judíos tienen derecho de montar, encima de cualquier otro derecho de los palestinos, un Israel del tamaño que tenía en los tiempos del Rey David. Por eso Sharon prosigue con las colonizaciones y en tanto no se realice ese propósito boicoteará cualquier proyecto de paz.
El fundamentalismo de Estado terrorista a lo Bush tiene fuertes raíces religiosas, ligadas a su biografía pasada. Fue por 20 años dependiente del alcohol hasta que en 1984, a invitación de un amigo, Don Evans, actual secretario de comercio, comenzó a frecuentar el círculo bíblico de los evangélicos fundamentalistas. Después de dos años ya no era más ebrio de alcohol sino ebrio de la ideología salvacionista de estos fundamentalistas que se divulgaba fuertemente dentro del partido republicano. Según él, «el destino manifiesto» de Estados Unidos hoy es mejorar el mundo en la medida en que lo impregna con los valores de la cultura norteamericana: con libertad, democracia y libre mercado. Bush hijo hace la campaña de reelección del padre presentándose como «un hombre que tiene Jesús en su corazón».
El brasilianista Ralph della Cava y el teólogo J. Stam cuentan que más tarde, al postularse como candidato, Bush reunió a los pastores de la zona y les comunicó: «fui llamado (por Dios)». Enseguida se hizo el ritual «de la imposición de las manos», consagrándole Presidente preventivo.
Esta pre-historia es importante para entender la furia fundamentalista que se apoderó de Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Optó por combatir el mal con el mal, amenazando con guerra preventiva a todos los países del «eje del mal». Dejó claro: «Quien no está con nosotros, está contra nosotros», es terrorista. Antes del ultimátum a Saddam Hussein pidió a los asesores que «lo dejasen a solas por diez minutos». Cual Moisés fue a consultar con Dios. En una entrevista con el New York Times de 26/04/03 declaró: «Tengo una misión que realizar y arrodillado pido al buen Señor que me ayude a cumplirla con sabiduría». ¡Pobre Dios¡ ¿Cómo salvaremos a la humanidad de estos exaltados?
(Traducción libre de ALAI)
* Leonardo Boff. Teólogo.