No es azar que en relatos de sangrientas torturas, persecuciones, desapariciones y asesinatos entre 1973 y 1990, las personas LGBTI+ no figuráramos.
Por Nicolás Varela, Daniel Gómez y Jorge Jiménez, Comisión de DDHH MUMS Región de Valparaíso
Publicado en El Siglo / 14 de septiembre de 2020
Valparaíso. 13/09/2020. Cuando la historia debe realizar relatos de la violencia no es común que ponga énfasis en las personas LGBTI+, al parecer las colas, lelas y travas no marcan un punto de inflexión, no si la historia no es solamente LGBTI+. Y es que no es azar que, en los relatos de las sangrientas torturas, persecuciones, desapariciones y asesinatos de la dictadura cívico-militar de Chile entre 1973 y 1990, las personas LGBTI+ no figuráramos, y no es que no existiéramos, porque aunque la persecución de esta dictadura se basó principalmente en motivos políticos, también lo hizo con las orientaciones e identidades no-heterosexuales o no-cisgénero; pero claro, esta parte de la historia se ha olvidado incluso en los informes de reparación y justicia.
Fueron 17 años los que el dictador Augusto Pinochet se mantuvo en el mando, 17 años en los que, no sólo se sirvió de las instituciones estatales de carácter policial y militar para imponer una ideología político-económica en la sociedad chilena a través de la fuerza (y obviamente de la persecución política a sus detractores), sino que también creó policías secretas que desarrollaron exterminios masivos de personas por “no calzar con el modelo”, modelo que obviamente dejaba fuera a las no-heterosexuales y las no-cisgénero.
Pero, ¿qué pasó realmente con la “oculta” comunidad LGBTI+ en dictadura? En esta columna, al menos, revivimos esos relatos, relatos que no pueden ser olvidados, relatos de horribles crímenes, pero también de resistencia, de corporalidades que utilizaron su posición política para resistir este sistema que, literalmente, nos asesina; porque si la persecución fue política nuestras corporalidades también lo son cuando son perseguidas y discriminadas.
La constante invisibilización que hemos sufrido las personas LGBTI+ a través de la historia, se ha replicado de manera sistemática en nuestro país. Es por esto que la mayoría de casos que conocemos como comunidad, de personas torturadas, asesinadas y detenidas desaparecidas víctimas de la dictadura, se dan a conocer a través del relato de generación en generación, que nos recuerda la importancia de mantener en alto la memoria de nuestras víctimas.
Algunos de los casos reportados de personas LGBTI+ torturadas, asesinadas y detenidas desaparecidas durante la cruel dictadura cívico-militar son los de Mónica Briones, el llamado “Episodio homosexual” y el caso de Silvia Parada y Paloma.
Mónica Briones, lesbiana orgullosa de 34 años de edad, fue asesinada el 9 de Julio de 1984, tras una brutal golpiza que le propinó un hombre, motivado por su lesbo-odio, esto, saliendo del Bar Jaque Mate en Santiago de Chile después de una reunión con amigas. El caso de Mónica Briones fue cerrado sin culpables, pero al respecto hubieron muchas hipótesis, entre ellas, que la CNI (Central Nacional de Inteligencia, policía política de la dictadura) estaba involucrada. Lo cierto es que, hoy, aún no existe un mínimo de justicia en el caso de Mónica Briones, como tampoco la ha habido en casos de compañeras lesbianas asesinadas después de la dictadura. Esto claramente no es casualidad, sino que parte de una estructura estatal profundamente patriarcal, y homolesbobitrans odiante.
El llamado “Episodio homosexual”, que se dio a conocer en la ciudad de Arica, fue por una casualidad. La PDI, investigando casos de violaciones de derechos humanos de la dictadura, en una interrogación a un ex marino, ya senil, el año 2010, se encuentra con que este declara haber participado “sólo” en la ejecución del “homosexual” por estar “pervitiendo” a los concriptos en el año 1975. La víctima nunca fue identificada durante el proceso y la sentencia para los involucrados en su ejecución fue homicidio simple, pena que cumplen en libertad y con firma mensual. Los asesinos fueron identificados como Bernabé Vega y Hector Morales, ex marinos ya retirados.
Es sabido que durante la dictadura militar del genocida Pinochet, las mujeres trans no fueron ajenas a la persecusión, la tortura, el asesinato y la desaparición. Muchos casos ni siquiera tienen registro oficial o nunca fueron identificadas, inclusive. Pero existen relatos muy importantes como el de Silvia Parada, quien fuera la primera presidenta de TravesChile, y que manifiesta en diferentes entrevista que todas aquellas personas de la diversidad sexual que el ejército considerara fuera de la norma, eran detenidas, torturadas y muchas veces lanzadas al zanjón de la Aguada, todo esto bajo la excusa del artículo 373 del Código Penal, por “grave ofensa a la moral y las buenas costumbres”. Así mismo, Paloma, mujer trans de Santiago, relató que las personas LGBTI+ que eran detenidas por carabineros, eran liberadas a las 11 de la noche, para que durante el toque de queda fueran detenidas por los militares, quienes ejercían todo tipo de torturas físicas y psicológicas. A Paloma la violaron, la ultrajaron, la obligaron a realizar sexo oral, le pegaron, e incluso fue víctima de tortura junto a Carmen Gloria Quintana y Victor Jara. El año 2018, Paloma murió por el ataque de un vecino motivado por su trans-odio. Paloma murió sin ser considerada en ningún informe de Derechos Humanos y sin acceso a justicia.
Frente al manto de silencio que la dictadura puso sobre todos los crímenes cometidos, el arte se erigió como una forma de protesta. Dentro de estas manifestaciones artísticas, destacan las performance realizadas a partir de 1987 por las Yeguas del Apocalipsis, un colectivo artístico conformado por Pedro Lemebel y Francisco Casas. Estas intervenciones, realizadas no solo en exposiciones artísticas sino también en el espacio público, tuvieron dos ejes principales: por un lado poner en la memoria las atrocidades de la dictadura y a sus víctimas, y por otro, tensionar la heteronorma que, aún hoy día pero sobre todo en esos años, invisibilizaba y castigaba a las locas, a los maricones, a las camionas y a todes quienes escapan al modelo binario imperante.
En estas líneas no alcanzaría para describir, aunque sea escuetamente, todas las intervenciones y performances que realizaron, pero se podrían destacar algunas por el impacto que tuvieron.
Una de las intervenciones, que titularon posteriormente ¿De qué se ríe, presidente?, tuvo lugar en un acto de adhesión de artistas e intelectuales a la campaña presidencial de Patricio Aylwin, en agosto de 1989, donde entraron al escenario con mallas de ballet y abrieron un lienzo que decía “Homosexuales por el cambio”. En otra ocasión, en el año 1988 aparecieron desnudos montados sobre una yegua entrando a la Universidad de Chile, en un acto llamado Refundación de la Universidad de Chile, en donde buscaron reemplazar la figura del conquistador y toda su carga masculinizada. Por último, en diciembre de 1989 fueron invitados a la exposición Museo Abierto realizada en el Museo de Bellas Artes, donde aparecieron en el filme “La última cena” de Gloria Camiruaga, travestidos representando la escena bíblica. Tras esto, fueron censurados, y en respuesta se pararon afuera del museo dentro de una estrella de fuego.
Cada uno de los relatos aquí descritos forman parte de una historia poco conocida, pero que no ha dejado de ser importante para las personas LGBTI+ en nuestro país; porque aún cuando la justicia históricamente ha fracasado en sentenciar crímenes de odio, la memoria y el recuerdo son las herramientas con las que luchamos día a día desde esta otra vereda, la vereda “olvidada”, la vereda que siempre ha sido de resistencia.
Es por esto que, como Movimiento por la Diversidad sexual -MUMS, creemos profundamente en la lucha por mantener la memoria de nuestras compañeras, compañeros y compañeres que fueron víctimas de la dictadura, pero además lucha por las constantes violaciones a los DDHH que el Estado ha ejercido contra nuestra comunidad. Creemos que no podemos hacer la vista gorda ni mucho menos omitir una realidad de nuestra historia que hasta el día de hoy tiene sus repercusiones. Movilizarse, luchar, crear, resistir y construir como personas oprimidas, desde una mirada interseccional y de clase es profundamente necesario para los desafíos que tendremos para el futuro.