Por Angélica Valderrama / Presidentx de MUMS / 05-11-2009 / La Nación
Dedicado a Valentina, Karen, Luis y Paz.
Durante la semana pasada en un viaje a Concepción me reuní con los/as organizadores de la Semana de la Diversidad de esa ciudad y tras escuchar sus relatos considero necesario reflexionar una vez más sobre el Estado laico, su defensa y la diversidad versus los fundamentalismos. Durante la realización de la Semana de la Diversidad en 2008 en Concepción, hombres y mujeres de grupos religiosos fundamentalistas agredieron organizadamente y de diversas maneras a las/os organizadores y a las/os asistentes del encuentro, arrancando los afiches de convocatoria a la actividad, predicando sus enseñanzas a viva voz a los asistentes sin su consentimiento, difundiendo volantes con las fotos de los organizadores señalándolos como pecadores y condenándolos a las penas del infierno.
Este año la difusión hasta hace una semana no había empezado para no generar reacciones anticipadamente, lo que me parece una lamentable precaución. El derecho a profesar la religión que se desee no puede ser un aliciente o un permiso para imponer esta religión a otras/os. Menos para sentirse con el derecho a intervenir en el desarrollo de la vida social y cultural de quienes no comparten sus creencias. No existe ningún tipo de legitimidad que permita a unos/as sentirse con el derecho a censurar a otros/as, que permita a unos/as imponer sus valores religiosos al conjunto de la sociedad que se desarrolla en un Estado laico.
Los dos últimos presidentes se han declarado agnósticos. Sin embargo, en sus gobiernos los vimos recibir en La Moneda a diversos grupos religiosos, lo que ha simbolizado la apertura a la diversidad religiosa del Estado y el reconocimiento a la multiplicidad de credos. En este caso los gobernantes actuaron por sobre sus creencias, y realizaron gestos de pluralismo como representantes de una ciudadanía heterogénea.
Pero esta situación no ocurre con otros grupos sociales organizados. ¿Qué pasa con la diversidad sexual y de género? Vemos en los debates a las/os candidatos cómo argumentan desde sus creencias y valores religiosos para apoyar o no leyes que han determinado como relacionadas con “temas valóricos”, derechos sexuales y reproductivos, ley antidiscriminatoria, matrimonio homosexual, entre otros. ¿Acaso no pueden ellos/as actuar por sobre sus adscripciones religiosas y legislar para todos y todas? Y por tanto gobernar para todos y todas.
El Estado democrático de derecho debe velar por los derechos de todos y todas y no privilegiar ciertas diversidades, ciertas “minorías”, ciertos valores como respetables y no otros. También somos parte de este Estado y exigimos de quienes lo dirigen el mismo respeto y reconocimiento como parte de la multiculturalidad del país, ciudadanas y ciudadanos con los mismos derechos. No sólo exigimos leyes que defiendan los derechos de todas las ciudadanías, sino gestos simbólicos que contribuyan a reconocer la diversidad de la realidad y las transformaciones sociales que vive nuestra sociedad. Lesbianas, travestis, homosexuales, transgéneros y otros y otras disidentes de la heterosexualidad obligatoria, esperamos pronto ponernos de acuerdo con la Presidenta para visitar La Moneda.