El Día Internacional de la Memoria Trans (Transgender Day of Remembrance) se realiza cada 20 de noviembre para fomentar la conciencia pública sobre los crímenes de odio contra personas trans, y para crear un espacio donde recordar y honrar públicamente las vidas de aquellas personas trans (transexuales, transgénero, travesti) que, de otra manera, podrían olvidarse.
En 2004, una mujer trans fue asesinada en su domicilio por un sujeto que le azotó la cabeza en la pared y, al caer al suelo, la golpeó sistemáticamente. El Tribunal de Garantía de Calama otorgó al homicida la libertad bajo fianza por apenas 500 mil pesos.
En 2006, una joven trans fue asesinada al ser golpeada en la cabeza de manera reiterada con un bloque de cemento, recibiendo, paralelamente, varias estocadas de tijeras en distintas partes de su cuerpo. Los autores del crimen salieron en libertad previo pago de una fianza.
Los ejemplos mencionados arriba son solamente dos de los miles de asesinatos cometidos a personas trans en nuestro país, dando cuenta de la vulnerabilidad en la cual se encuentran.
El Observatorio de Personas Trans Asesinadas realizado por Transgender Europe da cuenta del aumento continuo de casos de asesinatos de personas trans en todo el mundo. En los primeros 6 meses de 2010, fueron documentados 93 casos de asesinatos a personas trans, lo que significa que cada dos días se informa de un asesinato de una persona trans. Los homicidios informados de personas trans en América Central y del Sur suponen el 77% de la totalidad de homicidios informados de personas trans desde 2008.
Son diversos los llamados realizados por la ONU y la OEA que, tras rechazar enérgicamente los actos de violencia con motivo de la identidad de género, llaman a los Estados miembros a considerar medios para combatir la discriminación y a tomar las medidas necesarias, tanto legislativas como administrativas, para promover y asegurar los derechos humanos de toda persona, sin distinción.
Sin embargo, Chile sigue siendo un país profundamente desigual y discriminatorio, con una historia fundada en el pensamiento único, en la exclusión de las diferencias, en la negación de nuestra muticulturalidad por parte del Estado y sus élites políticas y económicas.
En el caso de las personas trans, la exclusión económica, social y cultural limita sus opciones laborales en gran medida. Esto hace con que muchos hombres trans se encuentren cesantes, y que gran parte de las mujeres trans recurra al comercio sexual como modo de subsistencia. En las calles, estas chicas quedan expuestas a todos los tipos de violencia, siendo muchas de ellas objetos de constantes represiones policiales y sociales que rara vez son denunciadas por no ser tomadas en serio.
Efectivamente, gran parte de los crímenes ocurridos a personas trans no son investigados de manera adecuada, y las víctimas, cuando sobreviven, generalmente sufren burlas y trato vejatorio por parte de la fuerza policial que existe para protegerlas.
En general, las personas trans y su entorno, además de sufrir una fuerte estigmatización social, se encuentran ausentes en las políticas de salud, legales y sociales que les confería iguales condiciones que el resto de los/as ciudadanos/as.
“El riesgo individual se encuentra inmerso en una estructura que hace que algunos grupos sean más vulnerables a infectarse que otros. Esta vulnerabilidad diferencial refleja la vulnerabilidad estructural de los grupos oprimidos, estigmatizados, marginados y o explotados”, señalan Mario Pecheny y Hernán Manzelli.
* Por Lukas Berredo, Coordinador Político Movimiento por la Diversidad Sexual (MUMS) / El Paradiario 14