Ningún trastorno de personalidad y/o mental está sujeto a ser un factor determinante que distorsione la autopercepción en cuanto a identidad de género se refiere.
En una cultura occidental como la nuestra, se complejiza aceptar la diferencia como una parte fundamental para la inclusión de la diversidad. Transversalmente la discriminación nos atraviesa, la exclusión se hace protagonista en nuestras vidas, tanto en el hecho de recibirla como en accionarla frente a un otro; su esencia se naturaliza a tal punto que, combatirla, se hace cada vez un trabajo más forzoso.
Dentro de la diversidad sexual las personas trans (transexuales, trangéneros, travestis, queer gender, andrógenos, entre otros), son la comunidad más anulada, patologizada, criminalizada e invisibilizada de las que existen. Gremios científicos, académicos y políticos, mantienen un discurso bastante alejado del intento de comprensión profunda de estas expresiones subjetivas e individuales, marginadas de las normas hegemónicas que posibilitan y crean a seres humanos como hombre y mujer.
Actualmente en Chile se está debatiendo el tema de la protección y resguardo del derecho a la identidad sexual, a través del proyecto de ley de Identidad de Género, el que busca a través de su legalización, que las personas logren hacer su cambio de nombre sin mayores trámites, es decir, sin la necesidad de mediaciones médicas, farmacológicas, psicológicas y/o psiquiátricas. Hace casi un año que la ley se encuentra en el Senado y ya fue aprobada su idea de legislar. Para esto, se está realizando un estudio comparado con otras leyes existentes en el mundo, como la española por ejemplo, para hacer indicaciones al proyecto de ley desde bases analógicas. Ahora bien, no se toma en cuenta como un ejemplo a seguir la ley argentina, que efectivamente toma como punta de lanza el derecho, viéndolo como tema fundamental.
En las indicaciones que se dieron a la ley, se encuentra un tema que atañe particularmente al gremio de la salud mental en Chile. Se refiere a la solicitud de la emisión de un certificado psicológico que asegure que ninguna otra patología, más allá de la “Disforia de Género” o el “Travestismo” dentro de las parafilias, influencie de forma directa y determinante en la identificación de género contraria a la asignada al nacer con genitales específicos, sea pene o vagina.
Como psicóloga, puedo decir ante esto que, ningún trastorno de personalidad y/o mental está sujeto a ser un factor determinante que distorsione la autopercepción en cuanto a identidad de género se refiere. El género como estructura psicosocial permite que los individuos expresen, a través de su corporalidad, su sentir subjetivo en cuanto a la sensación de ser mujer u hombre. Este espacio se ve limitado para las personas trans porque dentro de la dimensión cultural se mantiene aún la creencia de que el género viene determinado por las zonas genitales con las cuales nacen los sujetos de una sociedad particular, por ende se reducen las posibilidades de que un individuo pueda, libremente y sin prejuicios, desarrollar su vida acorde a este sentir psíquico, de forma pública. Hago hincapié bajo este contexto, que en los aspectos de avance científico dentro de la psicología habrá siempre una problemática epistemológica, pues no se podrá comprobar en su totalidad que una creencia científica tomada como verdad sea universal y necesaria. Asimismo, realzar el hecho de que no existe neutralidad en este tema y que cada estudio con su respectivo resultado tendrá un efecto específico en la realidad, el saber es poder.
Lo anterior me hace pensar en dos aristas, por un lado, la responsabilidad legal que tendrán los psicólogos y psiquiatras en el hecho de aportar información relevante a la solicitud de cambio de nombre, que pueda influir directa o indirectamente en la decisión del juez a aceptar o no dicha petición, ¿qué pasaría si una persona con rasgos o estructura mental perversa o psicótica, logra convencer a todo el sistema de hacer el cambio de nombre y a posteriori demanda al Estado por no encontrarse en un estado mental estable? Entendiendo que esta persona no tuviese antecedentes psicológicos previos, ¿quién respondería ante ese vacío? Por otro lado pienso en los colegas del gremio que han tenido una formación conservadora, como en el caso de la Universidad de Los Andes que bien sabemos hace menos de cuatro años estaba impartiendo cursos sobre terapias curativas de la homosexualidad. En este marco, ¿cómo se regulará esta influencia gremial? ¿Se creará alguna institución a la cual pueda recurrir la persona, donde se asegure que no le atribuirán alguna otra patología?
Bajo este contexto me atrevo a admitir que la temática de la diversidad sexual y sus necesidades particulares no son un problema religioso, académico o científico, sino más bien, un problema político, pues debemos entender que la exigencia se da para y por la igualdad de derechos y cualquier opinión o juicio que entorpezca aquel avance, debe ser tomado solo para mejorar el discurso de la defensa que culturalmente podemos hacer para incluir la diferencia, como un componente cargado de valor que enriquece nuestra sociedad.
En conclusión, sostengo que la sexualidad y la identidad de género forman parte del desarrollo vital de todo ser humano, pues es una condición implícita donde el sujeto va transitando, según sus gustos, identificaciones, experiencia de vida, relaciones interpersonales y vínculos afectivos. El espacio propicio para que ambientalmente cada sujeto pueda desarrollarse, según sus propias convicciones sin ser sometido por las masas y su normalización dominante, debe posibilitarse desde el Estado, a través de las distintas leyes y políticas públicas que busquen la apertura cultural. Por estas razones y más, se hace urgente que la Identidad de Género, entendida como ley, promueva a ésta como lo que es, y no con limitaciones teñidas de sentires ideológicos, pues de esa manera nos aseguraremos que no se seguirá violentando los derechos humanos de la diversidad sexual en Chile. Para esto, considero que la exigencia principal se centra en que no se pida ningún trámite para hacer cambio de nombre, sea este médico, psicológico, psiquiátrico o de tratamiento hormonal, y por sobre todo poner en la palestra la necesidad de discutir, desde el gremio de la salud mental, sobre la despatologización trans en términos de su eliminación como trastorno y enfermedad de los manuales de diagnósticos psiquiátricos, en sus distintas versiones.
Stephaye Moreno
Relacionadora Publica
Licenciada en Psicología
Activista MUMS