imagen-VIHUna opinión sobre la campaña del vih/sida y su costo social. Critica a la variable biomédica como Único referente y la invisibilización y estigma social de la población Trans en este tipo de patología.
El Problema del VIH/sida es que es un tema crucial en la construcción del estado democrático y representativo (políticas públicas), y desde la sociedad civil (llámense movimientos sociales), de los derechos y demandas de la diversidad sexual y la población LGTBI (población que se enmarca en las sexualidades diversas, como: movimiento lésbico, movimiento gay u homosexual, personas transgéneras, personas travestis, personas transformistas, bisexuales, e intersexuales).
Desde la aparición de la epidemia del VIH/sida en Chile, en 1983, en plena dictadura, y su política contrarrevolucionaria de tortura, terror, miedo y muerte, desapariciones forzosas y detenciones arbitrarias, poco o nada se ha avanzado en tratar el costo social que implica para las personas seropositivas o en estado de SIDA par aplacar y erradicar la enfermedad y sus diferentes variantes de estigma social que venía acarreando. Tanto así que se llega al punto de pensar y afirmar que los homosexuales son el cuerpo predilecto del VIH/sida; secundados por el pensamiento católico más conservador, y bajo el acecho vigilante de los militares en política. No tardaría en calificarse a la diversidad sexual como precursores y cuerpos naturales de la propagación de la pandemia. Los epítetos de “peste rosa” o de “cáncer gay” abundan en la prensa popular de la década de los ochenta y noventa en Chile, revelando el prejuicio para un sector de la población chilena, que desde ese momento se vio excluida y silenciada desde la política, así como la gran mayoría de la población chilena estaba, en esta época dictatorial y post dictatorial, enmudecida por la miseria y el mutismo de un régimen tiránico, primero, y de un régimen post dictatorial de transición democrática pactada después.
Además, si las personas afectadas de la comunidad afectada, que durante mucho tiempo han sido vistas como minorías sin voz, en el contexto de la instalación del neoliberalismo voraz e implacable, en que la salud se transa como un bien de cambio en el mercado, que genera plusvalía (ganancias) a las compañías farmacéuticas y a los sostenedores del sistema, el saldo es negativo en cuanto al acceso equitativo, justo y digno a un derecho social garantizado, de bienestar y justicia social, como es la salud para todos y todas los ciudadanos del estado, como contribuyentes de un sistema de salud, publica, universal.
Las posibilidades de cuestionar la práctica de las instituciones medicas y de los médicos en general, de la asistencia pública privatizadora de los derechos sociales, tenemos un saldo negativo en cuanto a generar un verdadero bienestar para las personas seropositivas, en cuanto que una serie de restricciones se les imponen a seguir, en una ruta que encamine el estilo de vida defectuoso, insano e inmoral, aunque no lo digan explícitamente en los controles médicos o en las tomas de exámenes, pero que claramente, se puede ubicar una genealogía en que estas prácticas higienistas, saneadores del orden social cultural, político y económico en que se generaron, que generan una violencia de nuevo pelo, una suave violencia.
La idea de progreso, de fe en la ciencia médica , en los métodos más envilecidamente destructivos de la libertad del ser, han venido siendo utilizados para coartar la libertad civil y política de las personas afectadas por el virus. Se plantean una serie de interrogantes:¿la persona seropositiva, desde ser notificada, no puede seguir disfrutando de los placeres del cuerpo?, ¿debe caer en un estado de celibato eterno en pro de pagar sus culpas y no seguir infectando al resto de la población?, o en detrimento ¿puede seguir exponiendo su cuerpo, o mejor dicho disfrutando, del goce del placer sexual con el otro, al que el discurso moralizante ha relegado al papel de la inmundicia y los horrores de un sistema patriarcal que relega sexualidades y formas de relacionarse a la periferia de la cultura oficial y la normalización de las conductas, arriesgándose a reinfectar su cuerpo con el virus de la injusticia, de la desdicha, y de los placeres nefandos, o prohibidos?
Los cuerpos de la diversidad siguen siendo constantemente relegados a la periferia del saber cómo poder normalizador, esto se traduce en que la población LGTBI, en vez de vivir un sexualidad sana, cuidada, negociadora y de autocuidado, deba exponerse a lupanares o marginalidades en el espacio citadino: al caer la noche los parque, cerros y cines, cobran nueva vida, los callejones se vuelven resquicios de la legalidad, en donde afloran los placeres culpados de la miseria del ser del siglo XXI, claro, durante el día la heterosexualidad normalizadora y detentadora de la moral y buenas costumbres, encargadas de procrear para mantener el sistema social vigente, profundamente injusto y mezquino para las lesbianas, las mujeres, los mapuches, las mujeres u hombres trans, las travestis y las y los bisexuales, no acepta, o tolera discursivamente en un doble estándar a la ichilenses, una apertura relativa de la conciencia de la diversidad sexual y cultural, principalmente amparadas en conseguir nuevos réditos en el mercado del consumo, para potenciales sujetos que se endeuden para conseguir el bienestar de libre mercado y la salud privatizada.
Seguimos engrosando la lista de las personas indeseables e indeseadas del sistema social y político, mientras la batalla por la aceptación de la diversidad y la diferencia sexual se debe hacer en los diferentes sectores o lugares en donde la violencia indirecta, los usos del lenguaje y los placeres, en los medios de comunicación, las personas de la diversidad sexual sean travestis, personas transgéneros, bisexuales, lesbianas, mujeres diversas u homosexuales o gays debieran insertarse en las redes del lucro y del consumo en donde las ganancias se siguen generando para unos pocos, en un sistema de salud en crisis desde el inicio de su funcionamiento
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El Fondo Nacional de Salud (FONASA) es ese monstruo decadente al que se le inyectan millones de dólares y pesos, que absorbe las contribuciones en teoría en beneficio de todos, pero los compañeros “sidosos”, con esto solo el columnista quiere realzar la dignidad se ser portador o vivir con el virus del VIH/sida, se siguen muriendo en los pasillos, con suerte en camas, esperando se atendidos por un sistema de salud cada vez más caduco, en donde los medicamentos a veces no alcanzan para el mes, y te los depositan en bolsas plásticas con dosis para diez días, te obligan a inyectar dinero o cargar tu tarjeta bip, generando más costos de vida a los que padecemos la precariedad del sistema de salud y transporte, sumado a esto, las “colas”, las filas de espera para ser atendidos, no hay una salud expedita, seguimos habiendo ciudadanos de primera y segunda clase, para ser llamados a la atención medica pueden pasar perfectamente de una a dos horas, para ser atendido por el/la especialista de turno.
Si a esto sumamos la realidad de las personas transgéneras y travestis a las/los que el sistema laboral no incluye en sus planes de generación de empleos, y con la desidia de las campañas de prevención del Comisión Nacional del Sida (CONASIDA), tenemos un panorama absolutamente desolador para el bienestar de las personas de la diversidad sexual. Seguimos viendo que los spots publicitarios, que con el gobierno de Sebastián Piñera se frenaron, no habiendo iniciativa de la derecha política y económica empresarial de colocar el tema del SIDA en la agenda pública como una voluntad política y un tema relevante de salud, mientras la iglesia además se sigue oponiendo a las uniones civiles consentidas entre personas del mismo sexo, o de la personas con otra identidad de género. Mientras el uso del condón sea visto como un método abortivo, en vez de manera eficaz de prevenir y evitar la transmisión del virus del VIH/sida. Mientras las mujeres transgeneras, relegadas a un papel secundario como mujeres, que además siguen ganado menos que los hombres, que son relegadas a los quehaceres que la heterosexualidad no quiere hacer o asumir como labores de todos, nanas o empleadas domésticas, con suerte pudiendo ser peluqueras.
Mientras la población transgénera siga siendo vista con indiferencia, así como mirada en menos por la sociedad civil, como a la hora de ser atendidos en los consultorios y hospitales públicos y privados del país, mientras la cultura criolla chilena siga discriminando en la calle o en los lugares públicos a la diversidad sexual, tanto las personas transgéneras como personas VIH+, seguiremos cargando una doble o hasta triple discriminación u opresión en detrimento de nuestra calidad de vida, primero: por el simple hecho de ser una sexualidad disidente a lo establecido; segundo: por construir nuestras identidades de género de manera transgresora, de ser y sentir nuestra identidad y sexualidad diferente al resto y presentarnos así en el espacio público o político; y tercero: si a esto sumamos la categoría de ser portadora o portador del virus del VIH/sida, vivimos enmarcados en un ámbito de acción restringido por el sistema económico, laboral y de salud amparado en el régimen político de turno. Aún así, jugamos con la muerte en los nichos de la heterosexualidad hegemónica, profundamente discriminatoria y que nos niega la visibilidad haciendo frente a la inmovilidad e incapacidad política a la que nos relegan, bajo los imperativos morales y éticos, biológicos y estigmatizadores de lo que debe ser lo “normal” o “natural”. Cuando las definiciones biológicas no nos determinan “naturalmente” a sentir, educarse, cuidarse, protegerse, o amar de la misma forma.
Si sumamos las campañas de prevención que no toman en cuenta a los no-notificados por el sistema de salud, y que serán llamados a informarse por las autoridades de su situación de cuerpo portador del virus demasiado tarde como ocurrió en el bienio 2008-09, las mismas autoridades civiles y políticas como el doctor Mañalich que oculta información sobre el método más eficaz de protección sexual que es el preservativo de látex, vulgarmente conocido como condón.
Mientras no se sigan destinando fondos monetarios y políticas de salud públicas, inclusivas y para todos y todas, mientras la derecha más rancia y el catolicismo conservador más añejo se siga inmiscuyendo en el libre uso del cuerpo de la mujer; mientras se siga evitando el uso de la píldora o el aborto terapéutico o consentido a la que lleva a aquel ser en su cuerpo; mientras se vive con un «piñerismo» o “aliancismo” que sigue considerando que las campañas de salud de prevención, con un sistema de salud AUGE cuasi universal que garantiza los remedios a los notificados con el virus del VIH/sida, no se invierte en innovación biomédica o tecnológica, biogenética, para generar una cura para este mal del siglo XXI que sigue siendo tan mortal como el cáncer, seguiremos pagando el saldo negativo todas las chilenas y todos chilenos
A cambio de seguir generando ganancias por la venta de stocks de terapias anti-retrovirales a la industrias farmacéuticas y el lobby político que ampara el lucro y la ganancia privada, ese laisser faire, laisser passer (dejar hacer, dejar pasar) del libre mercado, en donde los costos sociales llegan como consecuencia de la iniciativa privada, del burgués que cómodo está, en sus negocios políticos y económicos, seguirán y seguiremos muriendo más personas cuando la resistencia a las tri-terapias haga a nuestro cuerpo más propenso a adquirir enfermedades oportunistas y no sirvan las otras gamas de los remedios químicos retrovirales conocidos o en stock.
Aunque a uno le hayan indicado al ingresar al programa auge de salud de Chile que el VIH/sida como patología ya no es mortal y ahora es crónica, poco podremos avanzar en una política de salud y bienestar social, más justa, digna y equitativa para la población LGTBI y que nos beneficie a todas y todos y NO nos siga matando lentamente, en el juego del negocio sucio, el lucro y la ganancia privada. Debemos fortalecer nuestras instituciones generando políticas públicas más inclusivas, más participativas, que se generen desde nosotros mismos, los que pensamos que la diversidad sexual es tema que no se agota en las listas de espera de la salud, ni en las marchas del orgullo gay y lésbico, ni en el bar, ni en el restaurante de moda, ni en la crítica facilista ni farandulera. El VIH/sida es un problema del que seguir sintiéndose humanamente digno de vivirla.
John Gay Harris (Activista e integrante del Taller Hombres Positivos, MUMS – Movimiento por la Diversidad Sexual, Diciembre de 2013).